Saber Interactive vuelve a la carga con RoadCraft, un simulador de construcción vial que no solo pone a prueba nuestra destreza al volante de maquinaria pesada, sino también nuestra paciencia, creatividad y capacidad de resolución de problemas. Si de pequeños pasábamos horas jugando con excavadoras y camiones de juguete, este título es una puerta abierta a ese mundo imaginario… solo que ahora con toneladas de metal y lodo de por medio. Desde su revelador tráiler titulado Sandbox Memories, el juego deja claras sus intenciones: despertar la nostalgia y ofrecer una experiencia relajante, aunque no por ello carente de desafíos. Porque sí, recorrer zonas devastadas por desastres naturales, restaurar caminos y reconstruir puentes puede sonar terapéutico… hasta que te enfrentas al barro.

RoadCraft está compuesto por ocho extensos niveles. Los primeros cuatro, más que niveles en sí, funcionan como un extenso tutorial camuflado que puede llevar entre 25 y 30 horas completar (menos si juegas en cooperativo). No te asustes: solo el primer nivel es realmente guiado paso a paso y dura cerca de una hora. A partir del segundo, el juego espera que empieces a pensar por tu cuenta, eligiendo estratégicamente los vehículos y herramientas más adecuados para superar cada obstáculo. Y vaya que hay obstáculos. El barro, por ejemplo, puede convertirse en tu peor enemigo. Aunque parezca absurdo en un escenario post-apocalíptico donde todo está destruido, es la arcilla húmeda la que más quebraderos de cabeza causa. Superarlo implica creatividad, precisión y muchas veces recurrir al confiable —y frustrante— camión volquete lleno de arena.

El juego ofrece una flota de vehículos que iremos desbloqueando conforme avancemos o acumulemos experiencia. Cada uno tiene su uso particular y nos permite abordar los problemas desde nuevos ángulos. Pero no todo es ideal: algunos vehículos, como el volquete, pueden ser desesperantes. Pasar de no soltar ni un grano de arena a vaciar medio cargamento en un solo punto es más común de lo que debería. Y para colmo, cuando la IA se encarga de la tarea, lo hace con una eficiencia que da envidia. El comportamiento físico de algunos vehículos también deja que desear. Incluso los más pesados a veces rebotan como si fueran de goma al toparse con ciertos elementos del entorno. La interfaz, por su parte, necesita ajustes urgentes: el menú de compra es torpe, la navegación incómoda, y la ausencia de un sistema de ping adecuado dificulta la coordinación en modo cooperativo.

En cuanto al apartado sonoro, la versión de análisis presentaba fallos serios: diálogos que se repiten o desaparecen, efectos de motor que van y vienen… y la única solución viable era silenciar por completo los efectos de sonido, lo cual rompe por completo la inmersión. A pesar de sus fallas, RoadCraft tiene un encanto innegable. Usar una grúa móvil para cruzar un vehículo por un barranco, extender líneas eléctricas con maquinaria especializada o ver cómo toma forma un puente que tú mismo planificaste, son momentos de satisfacción pura. Los entornos —desde montañas rocosas y bosques hasta desiertos, pantanos y pueblos en ruinas— están bien diferenciados y ofrecen retos únicos en cada escenario.
El ritmo del juego es lento, casi contemplativo, y eso juega a su favor si lo que buscas es desconectar y disfrutar sin prisas. La música country que lo acompaña refuerza ese aire de calma entre faena y faena, aunque quienes prefieran experiencias más dinámicas podrían sentir que no es su tipo de aventura. Completar los niveles posteriores al tutorial requiere dedicación. La experiencia mejora notablemente en cooperativo —hasta cuatro jugadores—, ya que compartir las tareas aligera el trabajo. Además, los jugadores invitados pueden conservar el progreso para su propia partida individual, un detalle muy bien pensado.