SONOKUNI es mucho más que un simple homenaje a Hotline Miami. Aunque comparten el enfoque en la acción vista desde arriba y el frenesí de los combates en tiempo real, aquí el desafío toma un rumbo diferente: cada tipo de enemigo tiene su propio patrón de ataque, y dominarlos implica observar, aprender y reaccionar en tiempo real. Esto transforma cada escenario en una especie de rompecabezas violento, donde atacar, desviar golpes o provocar al rival con movimientos precisos se convierte en una danza letal que exige reflejos, memoria y temple.

Lo que lo separa por completo de su aparente inspiración —y en más de un sentido lo supera— es la forma en que equilibra dificultad con accesibilidad. Morir es parte del proceso, pero los puntos de control generosos y la posibilidad de reiniciar con solo presionar un botón eliminan la frustración. El sistema de cámara lenta, disponible en todo momento, permite controlar el caos y enfrentarse a las situaciones más intensas con una ventaja táctica, lo que también convierte al modo fácil en una puerta de entrada ideal para quienes se intimidan ante retos más exigentes. La curva de dificultad está magistralmente diseñada: sin introducir nuevas mecánicas tras las primeras horas, el juego logra aumentar la complejidad únicamente mediante la combinación de enemigos y un diseño de niveles quirúrgico.

Cada zona superada deja una sensación de triunfo auténtico, como si se hubiera enhebrado una aguja con una katana. Visualmente, SONOKUNI es tan raro como hipnótico. Su estética grotesca, casi alienígena, puede descolocar al principio, pero termina siendo una parte esencial de su identidad. La dirección de arte y la música no solo acompañan la experiencia: la potencian. El trabajo de DON YASA CREW en la banda sonora es espectacular. Cada pista tiene un ritmo propio que se fusiona con la acción, pero hay momentos —como la batalla final— donde el audio y lo visual se funden en una explosión sensorial que deja sin aliento. La historia, inspirada en la mitología y la historia japonesa, aporta una capa inesperadamente profunda.
El protagonista se enfrenta a un imperio que, en lugar de invadir por la fuerza, busca asimilarlo todo con una fachada amigable, lo que pone en tela de juicio la identidad, la resistencia y la moral. El tramo final es una obra maestra en narrativa y puesta en escena: emotivo, contundente y perfectamente sincronizado con la evolución del jugador. Una simple frase final puede resonar con una fuerza devastadora. A todo esto se suma una jugabilidad adictiva, un diseño sonoro de primer nivel, un ritmo frenético y un universo estilizado sin concesiones. SONOKUNI no es para todos, pero quienes conecten con su propuesta vivirán una experiencia intensa, única y difícil de olvidar. Si su página en la tienda ya te llamó la atención, no lo dudes: vale cada centavo.