Desde que Vampire Survivors encendió la mecha del género survivor roguelite, han llovido incontables juegos tratando de replicar o reinventar su fórmula. Pero entre tantos clones genéricos, Jötunnslayer: Hordes of Hel consigue destacar por una simple pero efectiva razón: fusiona la crudeza de la mitología nórdica con mecánicas accesibles y una experiencia tan adictiva como explosiva.

Aquí no solo se trata de sobrevivir. Se trata de masacrar hordas infernales con estilo, mientras te abres camino por el helado y sombrío Helheim con un objetivo claro: invocar y derrotar a un colosal Jotun. Todo con una ambientación oscura, una dirección artística contundente y un ritmo que no afloja. La propuesta es directa y efectiva. Empiezas eligiendo un héroe entre varias clases —como guerrero, maga, arquera o incluso la más exótica sacerdotisa— y saltas de inmediato al campo de batalla. Cada personaje posee habilidades propias y armas que se desbloquean mediante el uso de piedras del alma. A medida que subes de nivel, también puedes especializarte en subclases, lo que aporta variedad y profundidad a cada partida.

Las habilidades activas y pasivas que puedes obtener vienen de los dioses nórdicos como Loki o Thor, y se eligen a través de un sistema de mejoras tipo elige una entre tres. Saber combinar bien estas bendiciones con tus habilidades de clase marca la diferencia entre sobrevivir o ser aplastado por una horda de no-muertos o un jefe gigante. El control es ágil y permite jugar tanto con teclado como con mando. El movimiento puede ser con WASD o ratón, lo que se agradece en un juego de este tipo. La estructura de cada partida gira en torno a un sistema de rituales que debes completar antes de invocar al jefe final, mientras combates oleadas crecientes de enemigos.

Una de las cosas más atractivas es que el juego no se centra en aguantar, sino en aprovechar cada minuto para crecer, recolectar recursos y optimizar tu build. ¿Te fue mal con las mejoras? No pasa nada: reinicia y prueba otra combinación. ¿Te fue bien? Prepárate para sentirte como una deidad arrasando con todo. Aunque la jugabilidad es adictiva y el combate satisfactorio, el juego aún se encuentra en acceso anticipado, y eso se nota. El contenido actual es algo limitado: solo hay dos mapas (uno de fuego y otro de hielo), y si bien tienen elementos diferenciadores —como trampas o zonas peligrosas—, pueden volverse repetitivos tras varias partidas.
Otro detalle a mejorar es la ausencia de una enciclopedia dentro del menú principal para consultar desbloqueos. Además, aunque la dificultad progresiva y los modificadores añaden rejugabilidad, el modo más difícil puede rozar lo injusto, convirtiendo al juego en un bullet hell más que en una experiencia de poder creciente. Aun así, el estudio está atento al feedback: ya ajustaron cosas como la necesidad de mantener pulsado para confirmar compras, y permiten modificar la intensidad del movimiento de cámara, lo cual es un alivio.