Review – Killing Floor 3

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Diez años después de mantener con vida a su exitoso predecesor, Killing Floor 3 llega con la difícil tarea de revitalizar una fórmula que, aunque efectiva, corre el riesgo de estancarse. Tripwire Interactive lo sabe, y por eso ha apostado por una evolución visual, mecánica y estructural que mantiene la esencia de la saga, pero añade nuevas capas de personalización y estrategia que lo hacen sentir fresco. En esencia, seguimos ante un intenso shooter cooperativo en primera persona donde, junto a otros cinco jugadores, debes resistir oleadas de criaturas mutadas conocidas como Zeds. Pero Killing Floor 3 no se limita a repetir la fórmula: ahora apuesta por un enfoque más moderno tanto en diseño como en opciones de juego, sin perder ese caos sangriento que lo caracteriza.

Una de las primeras novedades que salta a la vista es el nuevo centro de operaciones en 3D. Olvídate del viejo menú plano: aquí puedes moverte libremente por un hub interactivo, revisar tu equipamiento, elegir tu clase (o perk) y prepararte para la acción. Una vez listo, subirás a un helicóptero rumbo a la masacre. Eso sí, más allá del atractivo visual, todo sigue estando a un botón de distancia en el menú clásico, donde puedes gestionar tus misiones, progresión, loadouts y el inevitable sistema de micropagos con pases de temporada al estilo Marvel Rivals. Killing Floor 3 está claramente diseñado para disfrutarse en compañía. Jugar en solitario es posible, pero la experiencia pierde fuerza rápidamente. El verdadero potencial del juego se libera cuando trabajas en equipo, ya sea con amigos o mediante el matchmaking. Por suerte, el crossplay está presente (y puedes activarlo o desactivarlo), permitiendo una comunidad más viva y diversa.

El juego arranca con seis clases jugables: Commando, Firebug, Engineer, Sharpshooter, Medic y el recién llegado Ninja. La variedad es bienvenida, especialmente por el rediseño de sus habilidades. El Ninja, por ejemplo, reemplaza al Berserker como luchador cuerpo a cuerpo, pero suma un enfoque más ágil gracias al uso de kunais o un arco con flechas recuperables. El Engineer, en cambio, funciona como un tanque versátil, capaz de infligir gran daño, resistir impactos y ofrecer mejoras al equipo. El nuevo sistema de habilidades reemplaza el árbol binario de KF2. Cada clase tiene ahora unas 30 habilidades divididas en pasivas, arrojadizas y gadgets. Estos últimos son una de las novedades más interesantes: se trata de habilidades especiales con tiempo de recarga, exclusivas de cada clase y perfectas para momentos críticos.

Uno de los cambios más notorios es la personalización del arsenal. Antes de cada misión puedes configurar tu arma principal, modificando municiones, cañón, mirilla, cargador, y más. Además, puedes añadir detalles estéticos como colores, stickers o dijes. Estas armas no están disponibles desde el inicio de la partida: deberás reunir materiales durante las misiones para desbloquearlas y luego comprarlas con dosh en la clásica tienda del juego. Este sistema introduce un componente de progresión más marcado, casi cercano a lo RPG, ya que obliga a buscar recursos y pensar estratégicamente qué mejorar antes de la siguiente oleada. A nivel artístico, Killing Floor 3 mantiene la identidad de la saga, aunque con un tono más oscuro y estilizado. La ambientación es más sobria, menos “underground”, pero sigue respirando tensión.

El apartado sonoro, como siempre, brilla con luz propia: repartir plomo al ritmo de riffs de metal sigue siendo una experiencia visceral que no pierde impacto. Sin embargo, no todo es perfecto. En su estado actual, el juego sufre por la escasa variedad de enemigos y objetivos. La mayoría de misiones se limitan a resistir oleadas, y se echan en falta dinámicas más variadas, como defender zonas específicas o cumplir tareas secundarias entre cada ronda. Es probable que estas carencias se solucionen con futuras actualizaciones, pero por ahora pueden limitar la rejugabilidad a largo plazo.

CONCLUSIÓN

Killing Floor 3 es, sin duda, un paso adelante para la saga. Ofrece un gameplay frenético, mecánicas pulidas y una base sólida para expandirse. Es ideal para quienes buscan acción cooperativa sin complicaciones, pero con suficiente profundidad para mantenerse enganchados. Eso sí, su potencial máximo se alcanza en grupo, así que mejor reúne a tu escuadrón y prepárate para sobrevivir juntos… o morir en el intento.

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