Wildkeepers Rising es una mezcla salvaje de géneros que, sorprendentemente, funciona. Desarrollado por Lioncode Games, este roguelite combina mecánicas de bullet hell, supervivencia, y colección de criaturas en un mundo dibujado a mano. El juego acaba de aterrizar en Early Access en Steam, y aunque aún está en construcción, ya deja ver el enorme potencial que tiene entre manos. En un mercado saturado de twin-stick shooters y roguelites genéricos, Wildkeepers Rising destaca por atreverse a mezclar lo que pocos se atreven: una jugabilidad de supervivencia con tintes de estrategia, acompañada por un sistema de criaturas aliadas que le da un sabor único.

Aunque se promociona como un creature collector, hay que aclarar que la recolección aquí no sigue el enfoque tradicional de exploración y descubrimiento. En lugar de encontrarlos en el mundo abierto, los Guardianes se desbloquean tras completar niveles o aparecen aleatoriamente durante las partidas. Esto puede decepcionar a quienes busquen un componente de colección más profundo o progresivo. Sin embargo, lo que le falta en exploración lo compensa con un sistema de sinergias bastante robusto. Cada Guardián tiene habilidades propias, y al combinarlos con sigilos (potenciadores modificables), se pueden crear formaciones capaces de arrasar con hordas de enemigos en segundos… si logras dar con la combinación adecuada.

Aunque se asocie con el género bullet hell, conviene moderar las expectativas: la acción en Wildkeepers Rising no arranca con el frenesí típico del género. Los primeros minutos de cada partida son más pausados, centrados en recolectar experiencia y elegir mejoras. Pero a medida que el contador avanza, los enemigos se multiplican, la pantalla se llena de efectos, y la tensión aumenta hasta alcanzar niveles casi hipnóticos. Una de las claves está en la aleatoriedad: cada run es diferente gracias a los Guardianes disponibles y a los sigilos que consigas. Esto no solo añade rejugabilidad, sino que exige improvisar estrategia en cada partida. Algunos sigilos, como los que permiten clonar un Guardián, pueden dar lugar a construcciones ridículamente poderosas, como enjambres infinitos de arañitas explosivas o efectos de control de masas en cadena.

Con más de 20 Guardianes disponibles y combinaciones que superan los 10,000 equipos posibles, hay mucho por experimentar. Sin embargo, no todos los combos son igual de efectivos, y parte del reto está en descubrir qué Guardianes funcionan bien juntos. Eso sí, el juego aún cojea en cuanto a variedad de personajes jugables: solo hay tres protagonistas hasta ahora, y su influencia en la partida es limitada, ya que gran parte del combate lo ejecutan los Guardianes de forma automática. Esto convierte al jugador en un director de orquesta que esquiva proyectiles y elige cuándo y cómo potenciar a su equipo. La narrativa cumple su función sin robar protagonismo al gameplay. Nos sitúa en un mundo devastado tras la ruptura entre los Wildkeepers y sus Guardianes, forzando a los sobrevivientes a recuperar el equilibrio.
Si bien no es una trama compleja ni pretende serlo, funciona como un buen marco para justificar la progresión y desbloqueo de contenidos. Uno de los elementos más destacables del juego es su apartado visual. A diferencia del estilo pixel-art habitual en el género, aquí todo tiene un trazo artístico a mano que lo hace destacar al instante. Personajes como el Jefe Aldric, con su mostacho animado, tienen una presencia visual encantadora. A esto se suma una banda sonora envolvente que alterna entre lo relajante en las aldeas y lo épico durante el combate, con un toque oriental que refuerza la atmósfera del mundo.