El escenario actual del gaming está construido sobre pilares forjados por franquicias que no solo marcaron época, sino que definieron lo que significa jugar. No son muchas las sagas que pueden presumir de haber moldeado el imaginario colectivo como DOOM, esa bestia infernal nacida de las mentes de id Software y ahora bajo el ala de Bethesda. Desde su irrupción en 1993, DOOM no solo se convirtió en un fenómeno, sino en un símbolo, un grito de guerra pixelado que aún hoy resuena con fuerza. Con cada nuevo capítulo, las expectativas son tan brutales como los enemigos que se enfrentan. Y DOOM: The Dark Ages, anunciado en el último Xbox Showcase, no la tiene fácil: la vara está muy alta.

Pero id Software parece haber asumido el reto con gusto, y lo que ha comenzado a mostrar apunta a un nuevo nivel en la eterna danza entre destrucción, narrativa y brutalidad. Uno de los cambios más notables es la atención a la narrativa. Lejos de ser solo una excusa para desmembrar demonios, The Dark Ages plantea un contexto más elaborado, funcionando como precuela de DOOM (2016) y DOOM Eternal. El inicio es potente: el reino de Argent D’Nur se encuentra al borde de la aniquilación, asediado por las fuerzas infernales lideradas por Ahzrak, un Señor Oscuro con sed de poder absoluto. Ante el caos, el Rey Novik convoca a un guerrero ancestral, una máquina de matar sellada por los Maykr, cuya única motivación es acabar con cada criatura demoníaca que se cruce en su camino.

Este arranque no solo ofrece espectáculo, sino que abre la puerta a una exploración más profunda del protagonista: su origen, su prisión, y su sangriento camino hacia la leyenda. La narrativa se apoya en escenas cinemáticas en tercera persona, personajes secundarios con carácter y enemigos memorables. Aunque no reinventa el género narrativo, es sin duda el capítulo de DOOM más ambicioso en términos de historia. En cuanto a la jugabilidad, la esencia clásica del FPS de DOOM se mantiene intacta, pero con ajustes que redefinen el ritmo. El más evidente: The Dark Ages abandona los saltos acrobáticos y la movilidad extrema de Eternal, apostando por una experiencia más pesada, terrestre y visceral. El Slayer ya no es un relámpago en movimiento, sino un tanque de furia medieval que pisa fuerte y destruye aún más. Una de las principales novedades es el escudo, que va mucho más allá de la simple defensa.

Se convierte en una herramienta ofensiva capaz de desatar embestidas devastadoras o contraataques espectaculares si se sincroniza con ciertos ataques enemigos. Dominar su uso es clave para sobrevivir. Las armas, por supuesto, siguen siendo protagonistas. Hay más de una docena en la campaña, con efectos visuales únicos y sensaciones distintas al disparar. Desde ráfagas de plasma hasta proyectiles de hueso, el diseño sonoro y la retroalimentación táctil transmiten una brutalidad casi física. Cuando las balas escasean (algo poco frecuente), los ataques cuerpo a cuerpo permiten recuperar salud y recursos, completando un sistema de combate redondo. Con 22 niveles por explorar, The Dark Ages ofrece mapas amplios y detallados, aunque siempre con un diseño que evita sentirse vacío.

La exploración se ve incentivada tanto por coleccionables como por mejoras para el equipo del Slayer. Aquí no hay habilidades activas para el protagonista, así que la evolución pasa exclusivamente por el arsenal y sus mejoras, lo cual da un sentido táctico claro al progreso. Para no perdernos en el caos, se incluye una automapa muy útil que revela puntos de interés cercanos. Incluso hay pequeños rompecabezas que añaden variedad: activar mecanismos, escalar muros ocultos o utilizar el escudo como herramienta de resolución. Y por si fuera poco, el juego introduce dos secciones con vehículos: el imponente Atlas y un espectacular dragón. Ambos le dan al gameplay un respiro bienvenido, ofreciendo momentos memorables sin romper la coherencia del universo.

A nivel técnico, el juego roza la excelencia, corre estable incluso en los momentos más intensos, sin bugs a la vista. El motor gráfico sigue mostrando músculo, especialmente en los modelos de personajes, aunque algunas texturas del terreno podrían lucir mejor. La accesibilidad merece aplausos: The Dark Ages es uno de los juegos más personalizables del momento. Desde ajustar la dificultad hasta modificar la velocidad del juego, los patrones enemigos o el comportamiento del personaje, cualquier tipo de jugador puede adaptar la experiencia a su medida. ¿Buscas una verdadera pesadilla? El modo ultra-nightmare pone a prueba hasta a los veteranos más curtidos: una sola vida para terminar el juego completo.
Como ya es tradición, la música metal es una parte vital de la identidad DOOM. En esta entrega, la banda sonora corre a cargo de Finishing Move, y logra encender la adrenalina en cada combate. Los efectos de sonido acompañan con precisión quirúrgica. La única gran ausencia es el contenido adicional, no hay modo multijugador ni actividades paralelas como un modo horda o desafíos arcade. Es una campaña intensa, sí, pero con poco que hacer una vez completada.