Review – Farthest Frontier

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Farthest Frontier nos recibe con una estampa medieval cálida y evocadora: un pequeño asentamiento rodeado de naturaleza, chimeneas humeantes, campesinos recogiendo recursos y un carro tirado por bueyes que avanza lentamente por el camino. Esa calma inicial no tarda en revelarnos la verdadera misión del juego: construir una colonia capaz de prosperar en tierras salvajes, resistiendo amenazas externas y gestionando cada detalle de su crecimiento. Desde el primer segundo, la ambientación consigue transmitir la mezcla de esperanza y riesgo que define a los pioneros que buscan forjar un futuro lejos de la opresión y los saqueos del viejo mundo.

Al iniciar una partida, el juego permite elegir entre diferentes niveles de dificultad y ajustar parámetros como la abundancia de recursos, el impacto de enfermedades, la presencia de fauna peligrosa o la agresividad de los saqueadores. Incluso es posible desactivar por completo los ataques y vivir una experiencia mucho más pacífica, enfocada en la planificación y el desarrollo urbano. Sin embargo, Farthest Frontier está pensado para mantener un equilibrio entre serenidad y tensión, y jugar sin amenazas externas, aunque viable, le resta dramatismo y orgullo al ver a la ciudad levantarse pese a la adversidad.

La historia del juego, sencilla pero efectiva, nos sitúa como líderes de un grupo de colonos que huyen de la codicia de la nobleza y las incursiones constantes en sus tierras. Con un carro cargado de suministros y apenas una docena de personas, elegimos el lugar donde empezar desde cero. La posición inicial tiene gran peso en la experiencia: el acceso a agua, llanuras, bosques y recursos minerales marcará el ritmo de expansión, obligándonos a estudiar el terreno y planificar con cuidado. La topografía también influye en la construcción y puede convertirse en un desafío inesperado para quienes descuiden la geografía del mapa.

Los habitantes no son meros peones anónimos. Cada colono tiene nombre, inventario y características propias, lo que genera un vínculo natural al observarlos crecer, trabajar y enfrentar enfermedades o el frío del invierno. Las tareas pueden asignarse manualmente o mediante una interfaz que permite distribuir profesiones según las necesidades de cada etapa, desde recolectores y leñadores hasta artesanos y soldados. El juego recompensa a quienes piensan en el largo plazo y saben cuándo priorizar el alimento, la seguridad o la expansión industrial.

Uno de los sistemas más destacados es la agricultura. Farthest Frontier ofrece un nivel de detalle poco habitual para el género: rotación de cultivos, propiedades del suelo, resistencia al clima, control de maleza y fertilidad, gestión de estaciones y adaptación a desastres naturales. Cada cultivo tiene ventajas y desventajas, y una mala planificación puede costar cosechas enteras. A todo ello se suma un sistema de deterioro de alimentos, que obliga a equilibrar producción y almacenamiento sin desperdiciar recursos, recordándonos que crecer demasiado rápido también es peligroso.

Los ataques enemigos, dependiendo de la configuración elegida, pueden convertirse en un dolor de cabeza o en un recordatorio ocasional de que la paz nunca está garantizada. Los saqueadores no buscan arrasar el asentamiento como en otros city builders clásicos, sino golpear donde más duele: robar recursos y entorpecer el progreso. Con el tiempo llegan en grupos más grandes y mejor equipados, por lo que desarrollar defensas, entrenar soldados y mantener arsenales adecuados se vuelve imprescindible. No son, sin embargo, el corazón del juego; su papel es añadir presión justa para que la prosperidad tenga sabor a logro.

En cuanto a construcción y economía, Farthest Frontier ofrece una profundidad robusta. Existen más de 50 tipos de edificios y una diversidad impresionante de materias primas, alimentos, oficios y productos artesanales. A medida que la colonia crece, también lo hace la complejidad de sus cadenas productivas, llevando al jugador a pensar en términos de logística, eficiencia y urbanismo funcional. Todo ello dentro de un ritmo pausado y estratégico, pensado para sesiones extensas donde cada decisión deja su huella.

Técnicamente, el juego sorprende. Sus gráficos detallados, animaciones cuidadas y efectos climáticos aportan una atmósfera envolvente que supera lo que muchos esperarían de un título independiente aún en acceso anticipado. Aunque el rendimiento puede verse afectado en ciudades muy pobladas y ocasionalmente aparecen pequeños errores, la experiencia general es sólida y agradable, acompañada por una banda sonora serena y traducciones bien logradas.

CONCLUSIÓN

Farthest Frontier es un city builder profundo, desafiante y sorprendentemente inmersivo, que combina planificación minuciosa, supervivencia ambiental y evolución social con una identidad propia y muy marcada. A pesar de continuar en desarrollo, ofrece ya decenas de horas de juego significativo y promete crecer aún más. No busca ser un título de gestión “relajado” sin consecuencias, sino un homenaje a la lucha silenciosa por la supervivencia y el progreso. Cada temporada superada, cada cosecha asegurada y cada muro levantado se sienten como pequeños triunfos en un viaje largo y exigente, donde construir un hogar desde la nada es la mayor de las victorias.

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