Review – KARMA: The Dark World

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Karma: The Dark World nos lanza de cabeza a una distopía brutal donde los humanos han sido reducidos a simples engranajes de una maquinaria opresiva. En esta versión alternativa de la Alemania del Este de los años 80, no hay rastro del Muro de Berlín, ni música pop, ni comida rápida estadounidense: solo jornadas de trabajo interminables, cero derechos y una existencia vacía, regida por la todopoderosa Leviathan Corporation. La ambientación recuerda a una mezcla entre Orwell y Lynch. Aquí, el terror no proviene de criaturas del más allá, sino de los monstruos que se ocultan en lo más profundo de la mente humana. La realidad es maleable, el pasado está distorsionado y el presente es una prisión cuidadosamente maquillada. La vigilancia es total: los pensamientos, emociones y recuerdos son territorio del Estado, o mejor dicho, de una entidad conocida como La Madre, que utiliza agentes especiales capaces de sumergirse en la mente de los “sometidos” para escarbar en sus traumas y secretos más íntimos.

Nos ponemos en la piel de Daniel McGovern, un investigador de la División de Mentalistas del Leviathan Thought Bureau. Su labor consiste en resolver crímenes… desde adentro, entrando literalmente en la psique de los acusados. Lo que en un principio parece un simple caso de robo se convierte rápidamente en una espiral de paranoia, horror y revelaciones perturbadoras sobre un sistema que despoja a las personas de su humanidad. Incluso el propio Daniel está atrapado en esta red, y solo al final descubrirá la verdad sobre su pasado y la verdadera naturaleza de Leviathan. Visualmente, Karma es un festín. Desde sus primeros minutos, queda claro que los desarrolladores son cinéfilos empedernidos. Hay ecos del surrealismo de Lynch, el body horror de Cronenberg, las realidades fragmentadas de Nolan y una puesta en escena que remite directamente a Matrix, especialmente en esa escena inicial donde Daniel “despierta” rodeado de tubos que lo conectan a una maquinaria viva. El estilo retro-futurista, el diseño de escenarios y la atmósfera opresiva logran una estética potente, a pesar de tratarse de un proyecto de bajo presupuesto.

En cuanto al gameplay, Karma se inclina más hacia una aventura narrativa con tintes de horror psicológico que a un survival clásico. Sí, hay sustos ocasionales, pero su mayor fortaleza está en la ambientación y el manejo de lo inquietante. Las mecánicas recuerdan bastante al estilo de Remedy Entertainment —de hecho, el Leviathan Thought Bureau podría pasar como una extensión del Federal Bureau of Control de Control. Espacios en bucle, detalles que cambian cuando no los miras, maniquíes que se mueven solos, puertas que aparecen y desaparecen… todo pensado para perturbarte más que para asustarte. Eso sí, no todo es perfecto. Hay algunos bugs molestos: subtítulos que se resetean, interacciones que no responden, y textos que se pierden en el fondo por falta de contraste. Los desarrolladores han prometido corregir estos detalles con parches. También hay que decir que la interacción con el entorno es bastante limitada: más que explorar, uno observa y manipula objetos puntuales con cierta vibra “bioshockiana” para avanzar en la investigación. Los diálogos, por su parte, son funcionales pero escasos, como si la experiencia estuviera pensada más para VR que para jugarse en pantalla.

Y hablando de realidad virtual… sorprende que Karma no tenga soporte oficial para dispositivos como Meta Quest o PSVR2, porque su diseño grita inmersión total. Por ahora, la única forma de jugarlo en VR es mediante mods para Unreal Engine, aunque los desarrolladores están evaluando lanzar una versión compatible a futuro. Si te intriga pero no te convence del todo, hay una demo gratuita disponible en Steam y PlayStation Store que te permitirá probar sus atmósferas antes de decidir. Y si te quedas con ganas de más, vale la pena echarle un ojo a Reveil, otro título de corte psicológico que pasó desapercibido pero ofrece una experiencia igualmente intensa.

CONCLUSIÓN

Karma: The Dark World no solo quiere contar una historia; quiere que la vivas desde adentro, que te pierdas en sus laberintos mentales y que salgas de ahí un poco más perturbado. No es perfecto, pero tiene garra, estilo y una propuesta que, cuando acierta, golpea fuerte.

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