La saga Mafia es ya legendaria: desde su primer título en 2002, nos sumergió en la atmósfera criminal de una ciudad abierta, mostrando que un mundo abierto podía servir como marco narrativo y no solo como entretenimiento arcade. Mafia siempre ha priorizado la historia: la ciudad es un escenario, y no un fin en sí mismo. La primera entrega nos llevó a Lost Heaven (Chicago) en los años 30; la segunda, a Empire Bay (Nueva York) en los años 50; y Mafia III, ambientada en los 60 en New Bordeaux (New Orleans), intentó un enfoque más sandbox, que recibió críticas mixtas. Con The Old Country, la saga regresa a su esencia narrativa, recortando aún más las libertades del mundo abierto.

En esta nueva entrega encarnamos a Enzo Favara, un joven esclavo de las minas que, vendido por su propio padre a la familia Spadaro, creció bajo su tutela en las explotaciones de azufre locales. Tras años de esclavitud, Enzo y un amigo planean escapar hacia América, concretamente a Empire Bay, pero los planes se complican: Enzo acaba bajo la protección de la familia Torrisi, una influyente dinastía vinícola, donde comienza a trabajar y a integrarse en el mundo de la mafia. A lo largo de casi una década, Enzo irá escalando en la jerarquía mafiosa. Las misiones iniciales son más pausadas: paseos a caballo, tareas sencillas y combates mínimos. Con el tiempo, la acción se intensifica, aparecen armas de fuego, vehículos y la historia se enriquece con un romance que se convierte en un pilar central de la narrativa. Las misiones son variadas, siempre con un enfoque narrativo, y aunque se permite cierto recorrido por el entorno, la libertad es limitada: la prioridad es la historia, al estilo de las primeras entregas de Mafia.

La acción combina sigilo, tiroteos y combates cuerpo a cuerpo con cuchillos, estos últimos muy detallados y casi con mecánicas de “boss fight”: múltiples ataques, bloqueos y contraataques, todo perfectamente animado y cinematográfico. El sigilo permite distracciones, eliminación silenciosa y un sistema de “instinto” que revela la posición de los enemigos, aunque no es obligatorio usarlo. Los tiroteos requieren precisión: las armas son lentas y limitadas en munición, por lo que recolectar balas y botiquines se vuelve crucial. La inteligencia artificial destaca tanto en sigilo como en combates abiertos, haciendo que cada enfrentamiento sea táctico y satisfactorio. El dinero ganado permite desbloquear armas, cuchillos con características únicas, vehículos, caballos y ropa. Cada cuchillo tiene un número limitado de usos antes de necesitar afilado, y los amuletos ofrecen mejoras en combate, sigilo o supervivencia. También es posible vender objetos especiales recogidos en el mundo para obtener fondos adicionales.
Aunque la narrativa domina la experiencia, un modo de exploración desbloqueable permite recorrer libremente Sicilia, ya sea a pie o en vehículos, con la posibilidad de usar “fast travel” a lugares clave. Aquí se pueden recolectar periódicos, folletos y recompensas, y disfrutar de actividades secundarias, aunque la interacción con NPCs sigue siendo limitada y no hay un ciclo dinámico de día y noche. El sistema de checkpoints mantiene el progreso sin frustrar al jugador, y todas las configuraciones, desde HUD hasta conducción, son personalizables. The Old Country luce espectacular: cada personaje, vehículo y entorno está detallado, capturando la vida en Sicilia tras 1900 con una atmósfera similar a Red Dead Redemption 2. Los vehículos y caballos se sienten realistas, la física de conducción es convincente y los efectos ambientales están muy cuidados. La música orquestal y el sonido ambiental refuerzan la inmersión, mientras que el doblaje en inglés, siciliano y checo mantiene la tradición de la saga.