[Review] Mind Keeper

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Mind Keeper es un juego indie que, sin reinventar la rueda, logra captar la atención gracias a una dirección artística bastante inusual: una estética dibujada a mano que le otorga un aire artesanal y extraño, casi perturbador, que lo hace destacar visualmente desde el primer momento. Si bien este estilo no tiene un impacto directo en la jugabilidad, sí ayuda a construir una atmósfera única, complementada por un diseño de personajes que evoca cierta influencia del manga Ataque a los Titanes. En su núcleo, estamos ante un rogue-lite bastante tradicional. Cada partida se desarrolla en un formato de oleadas, con cuatro jefes principales, y entre 10 y 15 rondas por cada uno.

Tras cada oleada, el jugador puede elegir una mejora que, si sigue una línea coherente de elecciones, desbloquea nuevas cartas y sinergias que le permiten construir una estrategia más robusta. Esta mecánica recuerda a otros títulos del género aunque sin llegar al mismo nivel de profundidad en el combate. El componente más distintivo del juego es su sistema de construcción de ciudad, que se entrelaza con el combate. Aquí el jugador no solo se dedica a eliminar enemigos, sino también a colocar estructuras ofensivas, defensivas y de soporte, buscando el equilibrio entre economía y poder de fuego. Las decisiones estratégicas no son excesivamente complejas, pero sí hay margen para optimizar el posicionamiento de torres y proteger las más vulnerables.

De hecho, algunos jefes pueden destruir construcciones de un solo golpe, lo que obliga a prestar atención y diseñar contramedidas, como atraer ataques hacia estructuras prescindibles o espacios vacíos. A lo largo de las partidas también se desbloquean nuevas armas —cada una con su propio estilo de ataque— y talentos pasivos que se eligen antes de comenzar una run. El árbol de habilidades, aunque pequeño, permite cierta personalización. Entre las ocho armas disponibles, algunas como el martillo destacan por su versatilidad: sirve tanto para atacar en área como para reparar estructuras aliadas, añadiendo un toque táctico interesante. Sin embargo, no todo brilla por igual. El combate en sí tiende a volverse pasivo: las torres hacen la mayor parte del trabajo, y el ataque básico del jugador queda rápidamente opacado por el poder de las estructuras.

Aunque es técnicamente posible armar una build enfocada en armas, lo más eficiente suele ser invertir en mejoras para las construcciones. Durante las primeras horas, experimentar con sinergias y recursos puede ser estimulante, pero una vez se entiende el funcionamiento del juego, la estrategia óptima se vuelve evidente y el margen para la improvisación se reduce.Otros elementos originales —como el manejo del estado mental del personaje y las consecuencias de no descansar adecuadamente entre fases— introducen mecánicas de riesgo y recompensa, dándole variedad al bucle jugable. No obstante, estas ideas podrían beneficiarse de una mayor profundidad o desarrollo en futuras

CONCLUSIÓN

Mind Keeper es un título con personalidad propia que, pese a sus limitaciones, ofrece una propuesta interesante dentro del género rogue-lite. Su fusión de tower defense, mecánicas de progresión y estética distintiva le da un potencial considerable. Si el equipo de desarrollo logra pulir la experiencia, añadir más contenido y profundizar en sus ideas más originales, podría consolidarse como un indie de culto para los aficionados al género.

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