Spilled! es uno de esos juegos pequeños que, sin necesidad de grandes ambiciones, logra exactamente lo que se propone: ofrecer una experiencia breve, acogedora y sorprendentemente satisfactoria. En él, tomamos el control de un bote para limpiar aguas contaminadas, recolectando petróleo, basura y otros residuos flotantes, mientras devolvemos lentamente la vida a zonas costeras degradadas.
A pesar de su corta duración —una hora como mucho, incluyendo todos los logros—, el juego se siente completo. No hay relleno, todo el contenido está cuidadosamente condensado para mantener el interés: nuevos escenarios, mecánicas adicionales, mejoras para el bote e incluso pequeñas misiones opcionales que nos permiten ganar dinero para seguir mejorando nuestro equipo. La progresión está bien dosificada, siempre hay algo nuevo que hacer y, aunque el ciclo de jugar consiste en limpiar, mejorar y explorar, nunca se vuelve repetitivo.
Lo que realmente hace brillar a Spilled! es su atmósfera. La música tranquila, los gráficos encantadores en pixel art y la ausencia de presión o límites de tiempo convierten cada minuto en una experiencia apacible. Es un juego para desconectarse, donde uno simplemente navega, aspira residuos, apaga incendios, rescata animales y, de paso, se siente útil. El título ofrece ocho zonas distintas, cada una más extensa y compleja que la anterior, pero también con nuevas herramientas: un chorro de agua para limpiar superficies o apagar fuegos, una pala para empujar botellas plásticas y hasta una grúa submarina para rescatar barriles hundidos. Estas pequeñas variaciones mantienen la frescura sin sobrecargar al jugador.
Sí, hay algunos detalles menores en la jugabilidad —como la torpeza ocasional de la grúa o ciertos elementos visuales que pueden pasar desapercibidos—, pero nada que arruine la experiencia general. De hecho, hasta los logros de Steam son accesibles para quienes disfrutan completarlo todo sin frustraciones. Detrás del juego hay una historia tan curiosa como admirable: su desarrolladora decidió vivir en un barco tras terminar sus estudios, y desde allí, con el apoyo de una campaña de financiación colectiva, dio forma a esta obra. Como dato extra, parte de los ingresos se donan a organizaciones ambientales, lo que suma un valor ético al juego.